Sábado, 13 de Marzo de 2010
Manuel es portugués y lleva media vida dibujando sonrisas en los niños. Ahora viaja en la compañía del Popeye Torero, que hace ya tiempo le tomó la delantera al Bombero Torero de nuestra infancia en cuanto a espectáculo cómico-taurino. Converso con él mientras espero que la empresa me solvente el tema de los pases de callejón. Ellos “torean” por la mañana, nosotros lo haremos por la tarde. Capta mi curiosidad y se explaya. Alegre, buen conversador, apasionado en su discurso, vehemente a veces y con un marcado y tosco acento portugués, me cuenta de sus idas y venidas por España, Portugal y América. Me habla de lo dura de esa vida, conviviendo todos en un autobús, pero de lo que engancha también. “A mí lo que realmente me hubiera gustado es ser torero, pero como, por razones evidentes, no pude, éste es el consuelo que me quedó. Es lo más cercano que estaré nunca de la gloria. Yo disfruto muchísimo cuando estoy en el ruedo, con las vaquillas, y noto las miradas de asombro de todos esos niños clavadas en mí. ¡Es todo un subidón! Y ahora viene el gobierno hablando de quitar estos espectáculos en nombre de no sé qué dignidad…ésta es mi vida, es lo que he hecho siempre y lo que me gusta…además, si me quitan esto, ¿de qué voy a vivir con la crisis que hay?, ¿es que el gobierno, con tanto parado, nos va a ofrecer algo? ¿de qué sirve la dignidad sentado en el sofá de tu casa?”. La faena se ha ido calentando por momentos, el torero hace una pausa como para tomar aire, enciende un cigarrillo, comprueba que “su público” sigue pendiente y vuelve a la cara del toro: “también nos quieren quitar el tabaco y el alcohol…qué manía con prohibir y regularlo todo, ¡ni que fuéramos niños! Que se preocupen en crear trabajo y que nos dejen a nosotros decidir sobre nuestras vidas”, sentencia. Estocada hasta la bola. Luego se relaja y sonríe, ve la cámara en mi cinturón e intuye que quiero fotografiarlo. Me mira condescendiente, como si de una estrella de Hollywood se tratase, y dispara: “anda, saca la cámara”. Se siente cómodo delante del objetivo, posa sin rubor, mezcla de orgullo y naturalidad. En un momento dado, recuerda que va vestido de mujer sobre unos tacones imposibles, no pasa nada, no corrige la pose ni realiza movimientos bruscos, está ya muy “placeao”, simplemente vuelve a sonreír y aprieta los puños para dejar constancia de su inequívoca virilidad. ”Muchacho, ha sido un placer. Ahora, si me disculpas, tengo que acabar de prepararme para salir”.
A estas horas de la mañana, el patio de cuadrillas parece el decorado de una película de Fellini, con enanos disfrazados corriendo por todos lados. La capilla sirve de improvisado vestuario y de los ganchos del desolladero cuelgan minúsculos trajes de los más diversos colores y formas. El espectáculo va a comenzar, se agrupan todos en la boca de salida al ruedo. Concentración y nervios. Se desean buenos augurios y se dan la mano. ¡Suerte toreros!
Recojo por fin los pases y regreso al hotel. Mucho ambiente para esta tarde. En el cartel, El Fandi, Manzanares y Cayetano.
Manuel, puño y tacones, posando delante de la puerta de la capilla, improvisado vestuario.
Estado de Alerta: Aute
Hace 4 años