miércoles, 30 de septiembre de 2009

Goyesca

Los escasos mil metros de calle Jerez que separan el hotel Reina Victoria de la plaza de toros, no sólo suponen para mí un paseo por algunas de las páginas más bellas y trascendentales de la tauromaquia, sino también un viaje sentimental al fondo de mi propia historia.

5:00 p.m., en medio de una gran expectación de gente que se ha acercado hasta el hotel para ver antes que nadie a los toreros, los coches de caballos, con damas goyescas y matadores, parten camino de la plaza. Mi colegio, mi calle, el “Poeta Rilke”, el “Callejón del Coca’s” - campito de fútbol de mi infancia, discoteca de mi adolescencia -, “Las Castañuelas”… Imágenes que se suceden ante mis ojos en vuelo directo a lo más profundo del corazón. Pasado y presente de mi vida citados hoy en Ronda. ¿Cómo explicar tantas emociones? ¿Cómo racionalizar los sentimientos?

Seguimos avanzando calle Jerez abajo, dejamos la iglesia de la Merced a un lado y encaramos los últimos 300 metros que nos separan de la plaza. En ellos, concentrados, como si de un tomo del Cossío se tratase, más de dos siglos de tauromaquia: Primero, Pedro Romero en su Alameda; luego, el Niño de la Palma y Antonio Ordóñez… Y como colofón a tanto despliegue de arte: la Plaza de Toros de la Real Maestranza de Caballería de Ronda. Sencilla pero solemne, pequeña pero grande. Cal y teja, piedra y albero. “Cuna del toreo a pie”.

Los coches de caballos a duras penas consiguen abrirse paso entre tanta gente. “¡Guapo!”, “¡Suerte maestro!”, “¡Viva la madre que te parió!”, “¡Hoy vas a salir por la puerta grande!”. Gritos, flashes, empujones, histeria, pasión... ¡Qué bonito ser torero en Ronda!

Se abre la puerta de cuadrillas y los carruajes portando a las damas goyescas invaden el ruedo dibujando trayectorias sin sentido aparente sobre la arena. Las jóvenes, ataviadas con madroñeras y abanicos, saludan al compás de la música mientras la gente comenta su belleza en los tendidos. Al cabo de unos minutos, los coches de caballos detienen su marcha junto a toriles para que las damas desciendan y ocupen su lugar detrás de la presidencia.

5:30 p.m. ¡Ha llegado el gran momento! Suenan los clarines y comienza el paseíllo de la quincuagésimo tercera edición de la Tradicional Corrida Goyesca de Ronda. Como mandan los cánones y la antigüedad, Cayetano va en medio escoltado por Manzanares, a su izquierda, y Perera, a su derecha. Todas las miradas puestas sobre el “Armani”: que si en el sol se ve de una manera y en la sombra de otra, que si a mí me parece precioso, pues yo me esperaba otra cosa… y digo yo ¿quién se va a acordar de todo eso cuando salga el toro?

En los tendidos, la “gente guapa” sincroniza el movimiento de sus ojos con el de sus abanicos para no perderse ningún detalle. Por el callejón, corbatas ociosas y corbatas currantes con fondo de pilastras y pies colgando. Y sobre el bicentenario albero, un lienzo en blanco para 3 toreros…


Foto: Miguel López
De izquierda a derecha, parte de nuestra cuadrilla: José Antonio Carretero (banderillero lidiador), Roberto Gómez (ayuda del mozo de espadas), Ramiro Curá (mozo de espadas), Curro Vázquez (torero, maestro y apoderado), Cayetano, José Rus (banderillero lidiador), Fernando Pérez (banderillero tercero) y Ángel Gómez (chófer de Cayetano).

jueves, 24 de septiembre de 2009

Hora de vestirse

La puerta de la habitación de un torero marca una barrera infranqueable entre dos formas de tensión. Una explícita y otra implícita. El ritmo frenético que se desata por la mañana desde que abandono el hotel camino de la plaza, es un “rayo que no cesa” hasta que traspaso por la tarde, a la hora de vestir al torero, esa “línea roja” que supone la puerta de su habitación. Entonces, el ruido y el barullo, dejan paso al silencio y la calma tensa, los movimientos rápidos y bruscos, a los lentos y ceremoniosos, la multitud, a la soledad, el exceso de luz, a la penumbra… y el teléfono se convierte en un amante despechado, al que trato de ignorar por un rato y que, celoso, no para de vibrar en mi bolsillo, recordándome que, ahí afuera, el mundo sigue girando y que “arrieritos somos y en el camino nos encontraremos”…

3:30 pm., Jesús, el chófer de la cuadrilla, o simplemente “el tío” como le llamamos cariñosamente, me deja en el hotel del torero. Subo a “despertarle” y, mientras se ducha, voy “montando” la capilla y la silla - hoy, por la lejanía del hotel y el tremendo ajetreo, no he tenido tiempo de venir a hacerlo al mediodía - . Al finalizar, abro la ventana, un añejo olivar se extiende en primer plano y, a lo lejos, inexpugnable sobre su balcón de piedra, se asoma Ronda.

Mi mente viaja 500 años atrás, cuando esta ciudad, antes fenicia y romana, se llamaba Arunda y era árabe. Un hombre ensimismado pasea entre estos mismos olivos soñando despierto. Anhela pisar algún día sus calles y comprobar con sus propios ojos si realmente es tan bella como cuentan los viajeros. A la luz de una luna llena, su abismo de roca, muralla natural, toma el color ceniciento de los muros de una catedral. Esa imagen quedará grabada en su retina y quizá por ello, cuando días más tarde “entre” en la ciudad, mandará levantar una iglesia que posteriormente será consagrada al Espíritu Santo. Se llamaba Fernando y era “Católico”. El año, 1.485. Se llama Cayetano y es torero. El año, 2.009. En poco menos de una hora, nosotros también partiremos, a través del serpenteante camino que asciende, a la “conquista” de Ronda.



El torero ha acabado de ducharse, antes de afeitarse, se asoma un instante a la habitación. “Creo que se me ha olvidado torear”, dice nervioso. Buena señal, pienso. Eso mismo ya lo dijo antes de su debut con picadores, de su la alternativa y de su confirmación en Madrid. Vamos por buen camino.

El traje goyesco luce radiante sobre la silla después de un año a la sombra de un armario. Entra en la habitación Emilio “Caracafé”. Como ya hiciera hace un par de años en Valencia (Venezuela), Cayetano le ha pedido que viniera a tocarle “por soleares” mientras se viste. Hay un segundo invitado especial, Pedro Piqueras, excelente periodista, gran persona y muy buen “aficionado”. Comienza “la ceremonia”, sólo la guitarra de Emilio, con su quejío desgarrado, rompe el silencio. Primero los leotardos y las medias, luego las ligas y la taleguilla. Emilio sigue acariciando su guitarra desde un rincón mientras Pedro observa mudo desde otro. Cada uno cumple escrupulosamente su papel para no romper la magia del instante. El olivar continúa ahí afuera, resplandeciendo a la luz de Septiembre. Y Ronda… Ronda a lo lejos, esperando nerviosa como un novio en el altar. En ese momento me siento un privilegiado. Tantas horas de campo en el frío invierno, tantas horas de carretera, de soledad fuera de casa sin ver a los amigos ni a los seres queridos... todo, todo ese sacrificio, pienso, cobra sentido en un instante como éste. Ya sólo falta que en la plaza embista un toro.

4:30 pm. Hora de partir…

lunes, 21 de septiembre de 2009

Mañana de Goyesca

Cada pueblo tiene sus fiestas patronales dedicadas a algún santo o a alguna virgen. Ronda no. Las fiestas mayores de Ronda están consagradas a un torero, Pedro Romero, quien sentara las bases del toreo a pie allá por la segunda mitad del siglo XVIII.

La Goyesca es una corrida muy singular, por su marco, por su colorido, su indumentaria, sus gentes… que todo torero quiere torear alguna vez en la vida. Hay otras “goyescas”, pero no son La Goyesca.

Para mí particularmente, además de por todas esas razones, es un día muy especial por tratarse de “mi pueblo”. En cuántas ocasiones no habré ido de niño a “colarme” a los toros. Algunas veces nos encerrábamos en un pequeño cuarto de baño de la plaza, desde por la mañana temprano, con un bocadillo y una Coca Cola; otras, saltábamos un muro cubierto de cristales que daba a los corrales (cuando no existía todavía el “obstáculo” del teatro “Vicente Espinel”); o simplemente, muy bajitos todavía, nos mezclábamos entre la gente que hacía cola para entrar. Recuerdo qué “difícil” nos lo “puso” la seguridad del Conde de Barcelona cuando éste asistió, allá por 1.985, a la corrida extraordinaria que se celebró con motivo del 200 aniversario de la plaza. En el cartel, Curro Romero (tabaco y oro, si no recuerdo mal), José Antonio Campuzano y Espartaco.

Pues bien, ya ha llovido bastante desde aquellos días (seguro que la gente del campo no opina lo mismo). Otros tiempos, otras circunstancias, otro siglo, otro milenio, pero una misma pasión, una misma tradición: la goyesca de Ronda, es decir, La Goyesca.

Sábado 9 am. Suena el despertador en la habitación 213 del Hotel Reina Victoria. Me asomo un instante al balcón, la belleza inmensa del valle del Guadalevín y de la Serranía de Ronda me emocionan. ¡Tantos recuerdos!. Sobre mi piel, la brisa suave de un verano que se resiste a morir sin ver antes a Cayetano sobre el albero rondeño.

Intento disfrutar cada segundo, cada momento de este día. Después de desayunar, parto caminado, calle Jerez abajo, hasta la plaza de toros. Las calles comienzan a desperezarse. A la altura de “la Alameda”, paso junto a la estatua de Pedro Romero, que me da la espalda mirando al Tajo. "Hoy es tu día", pienso. Unos metros más abajo, esta vez sí de cara, enmarcando la puerta de La Maestranza, las estatuas de Cayetano Ordóñez, “Niño de la Palma”, rematando con el capote, y la de Antonio Ordóñez, en actitud de desplante con la muleta. El padre mira orgulloso al hijo, el hijo mira altivo al frente. En ambas, como cada año, ramos de flores enviados por sus familiares.





Entro en la plaza por el patio de cuadrillas. Muchas caras conocidas, gente a la que no veo hace tiempo y a la que me alegra poder saludar. Mientras en los corrales tiene lugar la ceremonia del sorteo, yo me dirijo a las oficinas a través del callejón. Me detengo un instante a mitad de camino, el espectáculo incomparable de la plaza vacía se abre ante mis ojos. El silencio solemne de sus tendidos, antaño de madera de pinsapo, su ruedo de piedra, bajo cuyo albero, justo delante de la puerta de toriles, están depositadas las cenizas del maestro Ordóñez. Continúo mi camino. Ya en las oficinas, mucho trajín, gente que entra y gente que sale, lío de entradas y de pases de callejón. Me encuentro con Pepe Luis Martín, penúltimo eslabón de los toreros rondeños, antiguo compañero mío de colegio; le cuento lo que me alegro cada vez que paramos en alguna venta o en algún lugar de paso y veo una foto suya.

Acabo mis trámites y parto dirección al “Doña Pepa”, en la plaza del Socorro, donde, como cada año, comemos las cuadrillas. Qué buen ambiente, qué bien nos tratan y, sobre todo, qué bien se come…

Al finalizar, vuelta al “Reina Victoria”, a preparar las cosas y partir luego, con Jesús, el chófer de la cuadrilla, camino del hotel del torero, situado en el “Llano de la Cruz”, a pocos kilómetros de Ronda dirección Sevilla.

Se acerca la hora…



viernes, 18 de septiembre de 2009

Rondando la leyenda

Me encanta viajar en tren y contemplar a través de la ventanilla cómo cambia el paisaje. Esta mañana partí de Atocha a las 8:40. Primero cruzamos la interminable llanura manchega con sus extensos campos cultivados. Allí creí ver con mis propios ojos, “gigantescos gigantes” agitando sus largos brazos como aspas de molinos. Más tarde atravesamos Sierra Morena, donde no miento si juro haber sido testigo pasivo, qué cobarde, de cómo siniestros bandoleros desvalijaban a intrépidos viajeros mientras algún romántico pintor inmortalizaba la escena. Luego llegó Jaén, con su ejército de retorcidos olivos perfectamente alineados dándonos la bienvenida al Sur. Verde que te quiero verde…

Me levanto un instante a tomar café y vuelvo a mi asiento. Sigo escribiendo, sigo leyendo. En el blog de Imanol, una nueva nota: “Ronda y que se pare el mundo”. Advierto con “envidia” que él y Mikel ya están allí, que se me han adelantado al lugar de encuentro. Me sacan ventaja, ya llevan varias horas disfrutando de sus calles, de sus aromas, de sus paisajes, de su inspiración… ¡de nuestros amigos!

Anoche asistieron a la ceremonia en la que se dio el nombre de nuestro querido y recordado Ángel Harillo Ordóñez al recinto ferial - qué gran persona y qué devoción sentía por Ronda. En la trastienda de su confitería, en la calle de la Bola, nunca faltaba una copa de vino que degustar ni un amigo con quien compartirla -, luego estuvieron en la caseta de la peña de Cayetano pintando hasta altas horas de la madrugada el mural que la presidiría durante todas las fiestas.


Vuelvo a mirar por la ventanilla, hace rato que los ordenados olivos dejaron paso a las anárquicas encinas. Suena el silbido del tren. Empiezo a ponerme nervioso, las manos me comienzan a sudar, apenas atino con las teclas. Sé que estamos cerca, que estamos llegando. Sé que estoy “rondando" la leyenda…


jueves, 17 de septiembre de 2009

Palencia 2009

- “Echa el negro y oro”
- “Pero…ése fue con el que el año pasado en Palencia…”
- “Sí, ya sé, por eso, échalo”

Normalmente, antes de partir de viaje, suelo llamar al torero para que, en función de las plazas y los días seguidos que tenemos, me diga si tiene alguna predilección por un vestido para algún día concreto. Y en este caso lo hice antes de viajar a Linares, ya que teníamos 4 corridas seguidas sin pasar por casa (Linares, Requena, Tarazona y Palencia).

Reconozco que me lo esperaba, ya había hecho lo propio al ponerse de nuevo el “berenjena y azabache” en El Puerto de Santa María, cuando volvió a torear allí después de una grave cornada. Cayetano no es supersticioso, suele decir que cada uno traza su propio destino. Por tanto, para él, ninguna relación traje-mala suerte: “Este vestido no va a poder conmigo, lo tengo que domar”. ¡Ése es mi torero!

La mañana antes de Palencia, desayunamos en “Las Brujas de Bécquer”, en Tarazona, y partimos dejando atrás tierras aragonesas dirección Castilla y León. Por el camino, paramos a comer en “La Varga”, a la altura de Burgos. Allí, como siempre, nos recibió Encina con una amplia sonrisa y un delicioso aperitivo de morcilla de arroz. A primera hora de la tarde, alcanzábamos nuestro destino. “Esta vez espero no veros más de un día”, bromeé con la chica de recepción al hacer el check-in.

Cayetano no había dormido en Tarazona. Tras la corrida, aprovechando que al día siguiente (31 de Agosto) no tenía corrida, viajó a Madrid con la idea de probarse el traje goyesco por si había que darle un retoque de última hora. La temporada pesa y los toreros suelen llegar a estas alturas con algún que otro kilo de menos. Después del sastre, partió con Curro Vázquez y Ángel, el chófer, hacia Palencia. Quería llegar temprano para pasarse por el hospital “Río Carrión” a saludar al equipo médico y, de paso, entregarles unas fotos dedicadas que llevábamos un año “debiéndoles”.

Por la noche, nos reunimos todos en el “San Remo”, un restaurante situado junto al hotel, donde el año pasado cenamos toda la cuadrilla casi en silencio mientras esperábamos noticias tranquilizadoras desde el hospital y donde, en alguna ocasión, comimos Curro Vázquez y yo los días posteriores al percance. Es curioso pero, de todos los presentes, el único que no había estado nunca en el “San Remo”, era el torero. Terminamos temprano, así que, antes de dormir, Cayetano y parte de la cuadrilla decidieron ir al cine, otros preferimos dar un paseo. .

Hacía una temperatura casi veraniega en contraposición con estas mismas fechas del año pasado en que ya refrescaba. Desde el cercano río Carrión, que cuántas veces no atravesaríamos Curro y yo cada día camino del hospital, llegaba el eco de fuegos artificiales. Las calles bullían de gente. Atravesamos la Plaza Mayor, luego la calle Mayor (se me viene a la memoria “Plenilunio”, esa película con Juan Diego Botto sobre un libro de Muñoz Molina que se rodó por estos escenarios)…hasta llegar a la Iglesia de San Antolín, ya próxima al río, en donde decidimos que se hacía tarde y había que emprender el camino de regreso al hotel.

1 de Septiembre, hora de vestirse. Charlamos distendidos, engañando a los nervios. Cuando estamos finalizando la “ceremonia”, entra en la habitación a saludar Pedro Toledano (gran persona, periodista y amigo personal que lo fuera de Paquirri). Nos hace notar un detalle: ¡Cayetano se había olvidado de afeitarse! La anécdota nos sirve para reírnos. ¿Será Palencia? ¿Será Ronda? ¿De todo un poco?

Comienza la corrida, en el segundo toro, emotivo brindis al equipo médico. Faena vibrante, dos orejas y puerta grande. Camino de la furgoneta, me paran un par de veces para saludarme (personal del “Río Carrión”). Hay muchísima gente, cuesta abrirse paso, a duras penas alcanzamos el cochecuadrilla. Un hombre de mediana edad intenta defender el espacio ganado frente a la puerta del copiloto, donde me siento yo. Levanta el brazo izquierdo mostrando una gran cicatriz, hay mucho ruido, no comprendo lo que trata de decirnos. La furgoneta comienza a avanzar lentamente entre la multitud. El señor sigue con el brazo levantado mostrando la “medalla de guerra”. Su imagen se entremezcla con la de gente que golpea la ventanilla pidiendo fotos. Entre tanto grito y tanto caos, alcanzo a entender: “¡Cayetano, yo compartí UVI contigo el año pasado! “, dice orgulloso.

¡Qué buena es la gente!, pienso emocionado. En mi memoria, el proceso geológico sigue imparable su curso. Nuevos sedimentos comienzan a depositarse sobre los antiguos. El año que viene, si regresamos y hay tiempo, volveré a pasear nuevamente por la calle Mayor, llegaré hasta la iglesia de San Antolín, cerca del río, y a mi mente acudirán recuerdos de fuegos artificiales, de faenas emocionantes, de puertas grandes y, sobre todo, del enorme cariño de la gente.

Al llegar al hotel, algún banderillero bromea: “Ahora hasta el sábado, cuídate, no vayas a resbalarte en la bañera o te pille un coche al cruzar por una “cebra”". Reímos todos. “Me voy a meter en una urna de cristal hasta la Goyesca”, responde el torero. Se respira alegría, satisfacción, ilusión… buen rollo. Hasta el “Cristo del Otero”, desde su altura de colina, sonríe.

Objetivo cumplido: Traje negro y oro domado. Ahora sí, la siguiente parada, si el tiempo no lo impide, será Ronda…

martes, 15 de septiembre de 2009

Palencia 2008

La memoria tiene bastante que ver con la geología, los recuerdos nuevos van sedimentando sobre los más antiguos volviéndolos imperceptibles. Cuando regresé a Palencia el año pasado, transcurridos 10 ó 12 desde la primera y única vez, esta ciudad para mí era un festival folklórico, un teatro, frío castellano de Noviembre, dormir en un colegio sin agua caliente, alguna copa de noche, risas, diversión…hoy, un año después, cuando vuelvo a pisar las mismas calles nuevamente, mi memoria de la ciudad ha transmutado completamente. Otros escenarios y otros personajes pueblan mis recuerdos: Plaza de toros, enfermería, final de verano, paseos en solitario por la calle Mayor... y, sobre todo, Cayetano, Curro Vázquez, el AC Palencia y la UVI del “Río Carrión”.

En el hotel, mientras duró la feria, al menos se veía movimiento y colorido. Por ahí pasaron músicos que actuaban en la ciudad, como Sergio Dalma o “Mago de Oz”, actores de teatro en ruta, como Óscar Ladoire, cuadrillas que partían, cuadrillas que llegaban: ¿Cómo está el torero? ¡Qué mala suerte! ¿Para cuánto tiempo tiene? ¿Corta la temporada? ¿Y la Goyesca?...pero en cuanto terminaron las fiestas de San Antolín, es como si el invierno hubiera caído de golpe sobre la ciudad y sobre el hotel. No he conocido un lobby más triste ni más silencioso que el de aquel hotel aquellos días de Septiembre…

Tengo clavada en mi retina una imagen, la de Alvarito Montes (banderillero actualmente a las órdenes de El Juli pero que el año pasado iba con Perera), paseándose por los pasillos con la chaquetilla del flamante traje de goyesco que le acababa de llegar puesta, como si de un niño con zapatos nuevos se tratase. En 2 días estaría estrenándola haciendo el paseíllo sobre el albero rondeño.

Perera, después de torear en Palencia, antes de partir camino de Ronda, se pasó a visitar a Cayetano por el hospital. En la puerta me comentó que nunca había toreado la goyesca y que le hacía muchísima ilusión. Yo sólo atiné a decirle una obviedad: “disfruta, que lo que vas a vivir es un espectáculo único”.

En el “Río Carrión”, sus buenas gentes tenían un poco de manga ancha con nosotros; reconozco que nuestros horarios de visitas eran “bastante” flexibles. La noche de la Goyesca concretamente, Cayetano no podía dormir, me puso un mensaje por si estaba despierto y me quería pasar por el hospital. Me vestí y acudí. Estuvimos charlando en voz baja hasta bien entrada la madrugada. Hablamos sobre las corridas que iba a perder, sobre la próxima temporada, sobre América...es decir, del futuro sobre todo. Le daba vueltas y más vueltas al calendario, especulaba con llegar a las últimas ferias de Octubre, no quería acabar la temporada saliendo por la puerta de la enfermería. Tan comprensible como improbable en aquellas circunstancias.

Regresé al hotel tarde, cerca de las 4 am. Por las calles iluminadas, el cántico de unos borrachos se confundía con el ruido de persianas metálicas al bajar. Un grupo de chicos que buscaba dónde alargar la noche, pasaba junto a un camión de la basura. Gente trabajando, gente divirtiéndose. Al llegar al hotel, el recepcionista, que a esas alturas ya se me hacía un rostro familiar, me preguntó, como cada noche, por cómo evolucionaba el torero. Subí a mi habitación y, justo antes de meterme en la cama, traté de imaginarme Ronda en ese instante. Es curioso, tantas horas de hospital, tantas horas conversando, y ninguno de los dos hicimos comentario alguno sobre lo que habría pasado esa tarde en la Goyesca. No hacía falta, seguro que los dos lo sabíamos.

domingo, 13 de septiembre de 2009

Tarazona

“Las Brujas de Bécquer”, qué nombre con más encanto, este simple dato ya causaba mi interés. Estuvimos “anunciados” en Tarazona hace un año o dos; pero, por algún motivo, no pudimos venir. Esta vez sí, aquí estamos.

Aunque no deja de ser un típico hotel de pueblo situado a las afueras, aparte del nombre, hay otro detalle que hace de "Las Brujas" un lugar singular y simpático: Al mediodía bajo a almorzar con el maestro Curro Vázquez, el retrato de un anciano abuelete con cara de bonachón, preside desde el fondo el salón comedor. En un principio pienso que se trata de un homenaje al fundador del hotel. Seguimos charlando y seguimos comiendo mientras el subconsciente no para de trabajar, la imagen me resulta cada vez más familiar. Al acabar la comida, con mi curiosidad a flor de piel, me acerco hasta el fondo y cuál no es mi sorpresa al descubrir que el tipo de la imagen no es otro que el gran Paco Martínez Soria. No puedo resistir la tentación de pasar por recepción y preguntar el por qué de este detalle y, ya que estamos, el por qué del nombre del hotel. El recepcionista, previa aclaración de que él nada tiene que ver con el pueblo, me dice que hay dos personajes intocables en Tarazona: Bécquer, que a pesar de ser sevillano, en sus “Rimas y Leyendas” habla de estos parajes, y Paco Martínez Soria, por haber nacido aquí y haberlo llevado siempre a gala. De hecho, aquí rodó parte de su película, “Vaya par de gemelos”. Bécquer da nombre al hotel y don Paco al salón comedor. Yo diría que hay otro personaje “intocable” en Tarazona, el Cipotegato, pero de esto si queréis ya hablaremos en otra ocasión..

Previamente, a la vuelta del sorteo, me encuentro en los pasillos con Salvador Vega, gran persona y buen torero. Hoy comparte cartel con nosotros. Me pregunta por Cayetano, le indico que estamos justo en la puerta de su habitación, así es que pasa a saludar. Curro y yo bajamos a comer y dejamos charlando a los dos toreros. Al regresar, una hora después, los encontramos a los dos tal y como los abandonamos, conversando distendidos. Se sorprenden del tiempo que ha transcurrido, buena señal pienso. Ahora toca descansar, que por la tarde hay que torear.

En cuanto a la plaza, decir que su cercanía a Navarra, Tudela está a un paso, hace que el ambiente, en cierto modo, se parezca a Pamplona. El tendido de sol empieza siendo un mar de camisetas blancas que, según transcurre la corrida, va transmutando en morado. Los mozos se riegan con vino por dentro y por fuera casi en la misma proporción. Las charangas no paran de tocar durante toda la corrida y su “música” se solapa con la de la banda de la plaza lo que provoca encontronazos con la gente de sombra ¿Habéis visto alguna vez a alguien torear al ritmo de “The Final Countdown”? Yo hasta ahora tampoco.

El torero sufre una aparatosa voltereta sin consecuencias. La espada le vuelve a privar de una salida a hombros. Toca salir a pie por la puerta de cuadrillas que está situada junto a los tendidos de sol. Nos advierten que es mejor que no, que los peñistas, muy borrachos a estas alturas, nos pueden bañar con vino. Salgo a avisar al chófer de que cambie la furgoneta de lugar; que, aunque a pie, la cuadrilla va a salir por la puerta grande, junto al tendido de sombra. Cuando está todo arreglado y me dispongo a entrar a la plaza para comunicárselo al torero, lo veo venir corriendo con los banderilleros mientras cuarenta chicas “moradas” los persiguen histéricas unos metros por detrás. La imagen parece sacada de una película gore de serie B. De lejos me vienen haciendo señas de que tenga las puertas de la furgoneta abierta. ¡No hay tiempo que perder!. Las “leonas” cada vez más cerca, pisándoles los talones, la cosa se complica, se pone seria por momentos. Se corre menos peligro delante del toro que de estas "fieras", pienso irónico. En el último suspiro, cuando están a punto de darles caza, alcanzan el cochecuadrilla, cerramos compuertas y echamos el seguro. Uf, por los pelos...Partimos de regreso al hotel mientras fuera los "zombies morados" no paran de gritar y de golpear los cristales enajenados. The End. Os lo juro, no se lo he robado a Álex de la Iglesia.

Y así acaba Agosto, 45 corridas en España hasta el momento. Hoy dormimos en Tarazona y mañana 31 viajamos a Palencia, donde arrancaremos el mes de Septiembre toreando el día 1. En el pensamiento, inevitable, el año pasado. Qué poco y qué mucho queda para Ronda…

Es tarde, ya acechan las brujas, toca dormir…

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Requena

A medio camino entre la meseta castellana y el Levante mediterráneo, se encuentra la ciudad de Requena, que, hasta la mitad del siglo XIX, perteneció a Cuenca para pasar luego a formar parte de Valencia por una cuestión más comercial y geográfica (el puerto de Valencia suponía la principal salida internacional a su producción vinícola) que por una cuestión cultural.

El cultivo de la vid es el motor de su actividad económica y por esta razón la vendimia da nombre a sus fiestas mayores que se desarrollan a fines de Agosto.

No es la primera vez que nos alojamos en Requena aunque sí la primera que lo hacemos toreando aquí. Ya hace unos años, cuando Cayetano no había tomado aún la alternativa, vinimos a una novillada en el vecino Utiel, pero nos hospedamos en un precioso hotelito de la parte antigua de Requena. Esta vez, por una cuestión de practicidad, elegimos otro situado cerca de la carretera, a las afueras de la ciudad.

El hotel Patilla no tiene ningún encanto especial, es pequeñito y ahí paramos esta vez tanto la cuadrilla de Cayetano como la de Francisco (hoy compartimos cartel) casi en solitario. Por la mañana, desayunamos todos juntos y partimos para el sorteo. Allí coincidimos con José Vázquez y su mujer, el ganadero de la corrida de Cuenca y de la de hoy también. Comentamos la corrida de hace unos días. ¡Qué bonito salió todo! Además, Cayetano le brindó un toro. Está contento. Estamos contentos.

Necesito una farmacia para comprar una venda elástica. Al torero le duele la muñeca derecha y se resiente cada vez que entra a matar. Me indican que hay una cerca de la plaza. De camino, paso junto al Monumento Universal a la Vendimia y por la Avenida del Arrabal, en cuya rambla central, decenas de casetas ofrecen degustación de vino a los viandantes.

Tras el sorteo, vuelta al hotel, a comer y a descansar.

Llega la hora de preprarse, subo a despertar al torero, se ducha y comenzamos la “ceremonia”. Francisco viene de hacer deporte (tiene costumbre de correr 15 minutos antes de empezar a “vestirse”), su habitación es contigua a la de Cayetano, estamos solos en la planta así que dejamos las puertas abiertas. Los hermanos bromean, todo vale con tal de hacer más llevaderos los nervios…

Por la tarde, en la plaza de toros, de bonita fachada neomudéjar, se ha colgado el cartel de “No hay billetes”. El empresario, orgulloso, me comenta una curiosa coincidencia: “La última vez que se llenó fue en el año 82 con un cartel formado por El Cordobés, Dámaso González y Paquirri. El empresario era mi padre. Hoy, 27 años después, se vuelve a "colgar el cartel" conmigo como empresario y los dos hijos de Paquirri en el ruedo”. Bonita "casualidad".

Linares 2009

Hotel Aníbal de Linares, en el lobby, una serie de retratos enmarcados de personajes con peinados anacrónicos, muy soviéticos, nos recuerdan que en esta ciudad, desde 1978, se celebra un torneo internacional de ajedrez al que concurre la élite mundial de este deporte. Junto a la suite Kasparov, en la primera planta, una placa advierte que en esa habitación se alojaba habitualmente el ajedrecista en sus visitas a la ciudad. Y fue en ella donde, el año pasado, el equipo de “60 Minutes” me grabó a mí “montando la silla” y al torero en distintas escenas “cotidianas” de las “horas previas” de un día cualquiera de corrida.

Mediodía del 28 de Agosto, vuelta del sorteo, hacemos tiempo tomando un aperitivo en la cafetería hasta la 1:30 en que abren el comedor. La barra tiene forma rectangular, justo en frente nuestro, unos tipos con cara de recién levantados, desayunan. Todo su equipaje junto a ellos. Pasa por allí Mariano de La Viña, banderillero de Ponce, le pregunto que de dónde vienen, que qué tal ayer. Los tipos de enfrente me siguen sonando, van en bermudas, zapatillas y camisetas, parecen listos para emprender viaje. Uno de ellos lleva un ejemplar de “El Nombre de la Rosa” de Umberto Eco, me sorprende y me agrada encontrarme con alguien que no está leyendo la Trilogía de Millenium. Se me acerca el “ayuda” de Perera, quiere saber si nosotros hemos reservado para comer en el hotel o en otro lugar, le contesto que comemos allí y que los de Ponce también. Un chico de treintaytantos les pide a los tipos de enfrente sacarse una foto. Ellos acceden amablemente. ¡Ya caigo!, son Cris Navas, Javier Ojeda… ¡Danza Invisible! Qué tiempos, cuántas canciones para el recuerdo. Deben haber actuado anoche aquí, pienso. Se conservan bien. Están todos los miembros originales salvo Ricardo Teixidó, que hace ya algunos años que abandonó el grupo. Desde entonces siempre me ha parecido que les falta algo.

En la calle, el calor es insoportable. En las habitaciones, unos obsoletos y enormes aparatos de aire acondicionado que hacen un ruido descomunal, nos salvan la vida. Si me dijeran que los trajeron los tipos de los peinados anacrónicos de la URSS para algún campeonato, me lo creería.

Por la tarde, a la salida para la plaza, muchísima gente en la puerta del hotel. Avanzamos por las calles de Linares y justo en la última curva antes de encarar el patio de cuadrillas, el nombre y el escudo de la ciudad de Ronda presidiendo el edificio que hace esquina y que se interpone entre la plaza de toros y el hotel Cervantes, de donde partió Manolete para no volver aquella fatídica tarde de Agosto de la que hoy se cumplen 52 años. ¿Será por eso que en el presente pocos toreros se visten allí?

Tras el paseíllo, como cada 28 de Agosto, el consabido minuto de silencio. En una barrera, Paquito Haro, dueño de “La Mezquita”. Se lo comento al torero que me pide que le ponga el capote de paseo.

Cayetano, muy bien, corta dos orejas en el segundo y sale a hombros. Regresamos contentos al hotel, y al pasar por la puerta de Los Agustinos, Curro nos cuenta que allí estudió él algunos años. “La fachada sigue igual”, comenta con poca melancolía.

Ducha y a cenar a Guarromán. Allí coincidimos con Perera y su cuadrilla, que hoy torearon con nosotros y mañana van a San Sebastián de los Reyes; con la alemana (Anya), la francesa, el inglés y la española; con Enrique Jiménez, el propietario de la plaza de Linares…y, como siempre, revoloteando de mesa en mesa, José Fuentes.

Seguimos por buen camino. Mañana, Requena.

martes, 1 de septiembre de 2009

Linares 2008

En el mundo del toro, decir Linares es decir Manolete. Y es que es allí donde un 28 de Agosto de 1947, una de las personalidades más importantes y magnéticas que ha dado la tauromaquia, sufrió una cornada mortal. Ha pasado mucho tiempo desde aquello y su figura sigue siendo recordada todos los años por estas fechas en la feria de San Agustín. Así, cada 28 de Agosto, al finalizar el paseíllo, se guarda un minuto de silencio.

Pero para nosotros particularmente, también es especial por dos motivos: En primer lugar, porque esta tierra vio nacer al maestro Curro Vázquez; y, en segundo lugar, porque el año pasado, el 29 de Agosto si no recuerdo mal, un banderillero nuestro, Ángel Luis Prados, sufrió una cornada gravísima que a la postre le ha obligado ha “cortarse la coleta”. Recuerdo que ya se había hecho de noche y que la iluminación de la plaza era pésima. “Echaron para atrás” el sexto toro de la tarde (segundo de Cayetano) y salió un “sobrero” de Torrehandilla muy malo que en el tercio de varas se llevó por delante de manera espeluznante a Ángel Luis. Fueron momentos de mucha tensión, Cayetano estuvo soberbio con el toro y le cortó las dos orejas pero no quiso salir a hombros en consideración con su banderillero. Estuvimos más de una hora esperando noticias en la puerta de la enfermería. Cuando salió el médico, nos dijo que, aunque estaba bien, era grave y que había que trasladarlo a Jaén capital para una nueva intervención. Como a las 2 de la madrugada, con la familia ya presente venida desde Madrid, acabó la segunda operación y, con noticias más tranquilizadoras, emprendimos viaje a Mérida en donde toreábamos al día siguiente.

Justo esos días se encontraba con nosotros un equipo de la CBS norteamericana grabando un documental sobre Francisco y Cayetano, "Blood Brothers", para el prestigioso programa “60 Minutes”. Se encontraron con este “imprevisto” y con el gravísimo percance de Cayetano 5 días después en Palencia que a punto estuvo de costarle la vida y que lo obligó a cortar la temporada. Casi visitaron más hospitales que ruedos y así aprendieron que, en el mundo del toro, no es posible seguir un guión y que planificar es perder el tiempo.