lunes, 19 de junio de 2017

Iván Fandiño In Memoriam

Miró a su mozo de espadas

Miró a su mozo de espadas y éste se acercó a él con la pelota de tenis en la mano, le descalzó el pie, creo que el derecho, y dejó la pelota en el suelo. El torero, sin dejar de seguir lo que acontecía en el ruedo, puso el pie sobre ella y comenzó a deslizarla hacia delante y hacia atrás en un ritual que a mí se me antojó ya rutinario.

Me acerqué a su mozo de espadas y le pregunté la razón de aquello. Me explicó que era a consecuencia de su cornada en el muslo de hacía casi un mes atrás en Málaga. La pierna se le hinchaba y los médicos, ante su insistencia de no parar de torear – ¿qué torero quiere parar en Agosto? – le aconsejaron hacer ese ejercicio para que su circulación mejorara.

Y allí estaba él, entre toro y toro, descalzo, en el callejón, concentrado en lo que hacían sus compañeros en el ruedo, haciendo desplazar aquella minúscula pelota de tenis de forma mecánica bajo su pie rosa de media con espiga.

Cuando llegó su turno, se calzó la zapatilla sobre el pie hinchado, apoyó la espalda contra la pared del fondo del callejón a la altura de la boca del burladero de matadores, dejó caer el capote hacia delante, como era su costumbre, mientras se ajustaba la montera; luego se agachó para levantarlo y dio tres o cuatro pasos hasta el burladero mientras los clarines indicaban que el próximo toro iba a salir…

Guadalajara, mitad de Septiembre de hace unos años.


Iván Fandiño D.E.P.