miércoles, 30 de junio de 2010

La República Bolivariana de...Chávez

Jueves, 28 de Enero de 2010

La primera vez que vinimos a torear a Venezuela debió ser en Noviembre de 2006. Por aquel entonces, el bolívar y el bolívar fuerte – la misma moneda con tres ceros menos – coexistían en la calle, para mayor confusión nuestra, y Chávez hacía su primer intento de convertirse en presidente vitalicio a través de un referéndum, cuyo propósito era modificar la Constitución, que se celebraría - con resultado negativo...para él - pocos días después de marcharnos nosotros. El lema de la oposición, coreado en las plazas de toros, era: “No a la Reforma”.

Volvimos al año siguiente y el militar, tenaz, cabezón, insatisfecho con la votación mayoritaria, había vuelto a convocar una “consulta popular” sobre la misma cuestión. El lema elegido esta vez por la oposición, y vuelto a corear en las plazas, era muy elocuente: “No, es no”. Faltó poner: “Señor presidente, ya está bien, no toque usted más los cojones”.

Desde entonces, hemos vuelto varias veces y, en todos estos años, hemos ido viendo cómo “el chavizmo” iba impregnando, rápida e inexorablemente, todas las capas de la desigual sociedad venezolana a través de recortes en la libertad de expresión, con cierre de medios no afines y monopolio de los supervivientes, y de una política populista respaldada en la fuerza que da el control del petróleo – de todos los venezolanos – y sus beneficios.

Esta tarde aterrizamos en Maiquetía, el aeropuerto de Caracas. Las larguísimas colas del control de pasaportes nos dan tiempo a memorizar cada detalle de la inmensa sala de inmigración, donde imágenes de un omnipresente y megalómano Chávez, acompañadas de efectistas consignas “bolivarianas” del tipo: “Venezuela se liberó/ y se liberó para siempre”, “Sistema aduanero socialista”…, ocupan los lugares más prominentes del diáfano lugar. Todo está estudiado: la llegada, la espera rodeada de consignas, el bombardeo adoctrinante (pagado con dinero público)… Por un momento, creí volver al pasado y encontrarme llegando a alguno de esos países del “otro lado” del “telón de acero” que visité a fines de los años ochenta…aunque quizás tampoco haya que irse tan lejos en el tiempo, ni en el espacio, para encontrar ejemplos similares…

A la salida nos esperaba nuestro buen amigo Domingo Uzcátegui, hombre de confianza por estas tierras. Con él nos trasladamos a la terminal de vuelos privados, cargamos – increíblemente – todo el equipaje en una avioneta y partimos rumbo al Estado de Táchira, cerca de la frontera con Colombia. Poco menos de dos horas más tarde, sobre las 9 pm, y en noche cerrada, aterrizábamos en el aeropuerto de Santo Domingo. Allí nos recogió Romel, el "ayuda" venezolano, y una hora más tarde tomábamos, por fin, posesión de nuestras habitaciones en el hotel Lido de San Cristóbal.

Ya hemos cenado y ahora toca descansar. El jet lag nos espera temprano para desayunar…



Colas del control de inmigración en el aeropuerto de Maiquetía: en primer término, el maestro Curro Vázquez. Tras él. presidiendo la sala, un omnipresente Chávez nos da la bienvenida a la República Bolivariana de Venezuela.


Más propaganda "chavizta" , con dinero público, en el aeropuerto caraqueño


La avioneta que nos trasladó de Caracas a San Cristóbal.

martes, 29 de junio de 2010

Rumbo a Venezuela

Miércoles, 27 de Enero de 2010

Teniendo en cuenta que mañana cruzamos nuevamente “el charco” con destino a Venezuela, hoy ha sido un día particularmente estresante.

Nos levantamos temprano para ir a matar unos toros a “El Cubo”, una finca con plaza cubierta – el mal tiempo que no cesa – cerca de Trujillo, en Cáceres, a unas 3 horas de Madrid. Luego, vuelta “para atrás”, a preparar todo. Mañana por la mañana volamos a Caracas y de ahí a San Cristóbal.


Este interludio de dos semanas entre Colombia y Venezuela está siendo, climatológicamente hablando, muy duro - frío, lluvia, nieve -, lo que nos ha obligado a modificar sustancialmente los planes de entrenamiento haciendo mucho hincapié en el toreo de salón y teniendo que recurrir, casi en exclusividad, a las plazas cubiertas.

Mañana jueves viajamos con idea de torear el sábado y regresar el domingo para, ahora ya sí, centrarnos totalmente en preparar la temporada española que está a la vuelta de la esquina.

Ya tengo todo el equipaje listo en la puerta de casa esperando a que mañana me pasen a buscar. Es tarde y toca dormir, ha sido un día duro y estoy agotado…o quizá sea la edad… ¡hoy fue mi cumpleaños!

Os seguiré informando…

lunes, 28 de junio de 2010

De aeropuertos, peceras y ciudades nevadas

Lunes, 11 de Enero de 2010

Salir de Colombia a través del aeropuerto de Bogotá, puede llegar a convertirse en toda una odisea tortuosa e interminable. Hoy lunes, a primera hora de la tarde, aterrizamos aquí en un avión de hélice que 50 minutos antes había despegado de Manizales. Fuimos a comer a un restaurante italiano de la céntrica zona comercial y de ocio de “la T” capitalina y, a eso de media tarde, regresamos al aeropuerto preparados psicológicamente para afrontar el via crucis policíaco-burocrático-aduanero de plastificado de maletas, facturación, exceso de equipaje…y, como no, innumerables controles que, ya sabíamos por experiencia, nos quedaba por pasar.

Dos escáneres, una apertura de maletas y tres perros más tarde, nos encontramos sentados en una claustrofóbica y acristalada sala de espera – cada vuelo tiene la suya propia con su enésimo y particular control -, en la que, hasta el aire, casi estático, parece tener restricciones para circular.

Los retrasos son largos y la paciencia muy corta. Me levanto de la silla y recorro, como un autómata, los escasos cinco metros que me separan del ventanal que da a la pista. Luego, doy media vuelta, “nado” el camino inverso y pego la nariz al grueso cristal que mantiene aislado nuestro hermético mundo inmóvil del pasillo central de la zona de embarque del aeropuerto. A través de él, me llega la imagen muda de gente con prisas arrastrando pintorescas maletas. Me aburro y mi mente divaga…una preciosa sirena de ojos rasgados y tez oscura, pasa junto a mí moviendo sensualmente la cola mientras un huraño pulpo de mirada lasciva la observa abrazado a una bolsa del duty free. Por mi boca comienzan a escaparse burbujas que huyen hacia arriba avivadas por el aleteo brusco de mis brazos…definitivamente, me siento como pez en pecera.

Los minutos pasan lentos. En un momento determinado, una esbelta señorita de uniforme raído y "coletear" cansino, se "zambulle" en el acuario y se dirige hacia la puerta de embarque generando gran expectación. Toma el micrófono, comprueba que funcione correctamente, nos informa del ya obvio retraso y, en una cuarta forma de control más selectiva, va llamando a pasajeros individualizados para que, previa colocación de un chaleco amarillo, bajen a pie de pista a abrir alguna de sus maletas – esto deja inservible el plastificado pagado anteriormente – porque un celoso perro policía se ha “excitado” al refregar su hocico por ellas. Y aunque uno, con un esportón cargado de capotes y muletas, ya tiene asumido que, antes o después, terminará poniéndose el consabido chaleco, no puede evitar que un ligero cosquilleo nervioso recorra todo su “escamado” cuerpo al oír su nombre y tener que perderse, escaleras abajo, por un solitario y frío túnel, acompañado por el funcionario de turno… ¿qué sabe nadie por qué manos habrá pasado el equipaje desde que lo facturamos, hora y media antes, hasta ahora?...

Es casi media noche cuando el vuelo de Avianca con destino final Madrid despega, por fin, del aeropuerto de Bogotá. Mañana, a eso de las 8 am hora española, estaremos aterrizando en Barajas. Nos aconsejan que llevemos preparados los abrigos. Hace tan sólo una semana nos despidió una ciudad engalanada de luces. Se apagó la navidad, volvió la nieve. La Castellana blanca…estamos deseando verla.


El avión de hélice de Avianca que nos trajo de Manizales a Bogotá, justo después de aterrizar.
Cartel en el aeropuerto de Bogotá con retratos de algunos de los secuestrados por la guerrilla más veteranos. Al pie de cada foto, un número con los años de secuestro.

sábado, 12 de junio de 2010

Manizales

Domingo, 10 de Enero de 2010

Manizales, fundada en 1849, es la capital del departamento de Caldas. Con cerca de 400.000 habitantes, y situada en la Cordillera Central, cerca del Nevado del Ruiz, en el Sudoeste del país, forma parte del eje cafetero colombiano.

Hasta aquí llegamos hace unos días para torear un festival, el pasado jueves, y una corrida de toros, hoy domingo. En medio, un tentadero, un tobillo inflamado, médicos, fisios, toreo de salón…y muchas horas de espera.

Esta mañana, Curro, Aitor y Carretero fueron al sorteo mientras Cayetano y yo nos quedamos en El Termales. Debido a la hora de la corrida y a la distancia a la ciudad, pronto comimos y pronto comenzó el torero a vestirse.

Gran ambiente en la plaza con lleno de No Hay Billetes. En el cartel, toros de Ernesto Gutiérrez para Ponce, Bolívar y Cayetano; que cortó una oreja a su segundo y no abrió la puerta grande por fallar a espadas con el malo primero.

Regresamos al hotel cuando ya hace rato que se ha puesto el sol. Ahora toca recoger y dejar todo listo. Mañana, a eso del mediodía, emprendemos el camino de regreso a casa. Pero antes, esta noche, iremos con el doctor Osorio y su familia a un club social cercano a ver una exhibición de grupos caribeños tocando calipsos, merengues y ballenatos...tan parecidos entre sí para ignorantes como nosotros y tan distintos para gente que lo ha mamado como ellos. En cualquier caso, todo un acontecimiento aquí.


Gran ambiente en la plaza de toros de Manizales para ver a Ponce, Bolívar y Cayetano. En primer término, el maestro Curro Vázquez.


En el "Termales" después de la corrida: Carretero, Aitor y yo con Rogelio Caballero, en el centro - patriarca de los mozos de espadass y ayudas colombianos -, su hijo Manolo, a la derecha, de rayas, y un amigo, de camisa clara a la izquierda de la imagen.