martes, 24 de marzo de 2020

Borja Domecq

Caía la tarde sobre el ruedo y el viento soplaba arrítmico dándole un tinte casi épico al tentadero. El torero entró después de ducharse en el salón donde ya estaban el ganadero, su hijo, el apoderado y algún miembro de la cuadrilla. El olor a café y a leña. Las pastas traídas de alguna confitería cercana. La tertulia otoñal en el campo.

“En algún momento tu padre desapareció. Al cabo de las horas lo encontramos sentado sobre el poste de una linde. Llevaba allí horas subido, en silencio,  observando el comportamiento de los animales”.

Sus ojos azules y acuosos, de una transparencia honesta y recatada,  dejando entrever, pese a su timidez,  una bondad corpulenta: “La preocupación de tu abuelo no era que lo matara un toro, sino el defraudar a sus seguidores por estar mermado de facultades. Ya no era joven. Pero sus dudas e inseguridades las dejó al salir de la habitación camino de la plaza”.

Imagen: Mauricio Berho

El hombre de ojos de agua siguió regalando anécdotas motivado más por un deseo sincero de que aquel torero nuevo conociera algo más de su propia familia que por ese ansia de protagonismo y de decir “yo estuve allí” del que casi todos pecamos.

El joven contrariado por aquel tentadero ventoso, poco a poco se fue calmando, como un torrente aluvional diluido en el remanso de aquellos ojos acuosos.


Hay días en que uno se marcha de la tienta con la sensación de haber perdido el tiempo. Bien sea por el comportamiento de las vacas, porque el maestro no tuvo su día o, como en este caso, por el viento. Puedo asegurar que nadie de los que allí estuvimos abandonó Jandilla con mal sabor esa noche de Noviembre.

Y es que, tan importante como ponerse delante de los animales, torear de salón o ver vídeos antiguos, es aprender de la sabiduría y la experiencia de nuestros mayores. Todo tiene su momento y su lidia.  Se trata de saber interpretarlo. Y, aquella tarde, como tantas otras, esos ojos azules supieron leerlo. 


Borja Domecq. D.E.P.

CAYETANO con un toro de Jandilla al que desorejó en Pamplona 

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