Martes, 2 de febrero de de 2016
A
pocos kilómetros del cruce de Aliseda según se viene de Mérida, aparece el
desvío a la izquierda, con su nombre cercenado, desposeído del apellido con un
simple borrón de pintura. Moheda - monte alto con jarales y maleza -, pero, ¿moheda de qué? ¿Luis qué? ¿María qué?
En el camino de tierra que conduce a
la casa, un silbido de viento y silencio, que a mí me recuerda a los western de Sergio Leone, corretea
entre las encinas, antaño pobladas con ganado bravo, como si el último tren del día, tal vez de la vida, acabara de abandonar la
estación.
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El apellido cercenado en la entrada al caserío |
Y, ya en la plaza, junto al caserío, esa
sensación se agudiza al descubrir que el hierro que presidía el ruedo también
ha sido borrado; aunque de una manera tan conscientemente desprolija que su
ausencia no hace más que remarcar su presencia.
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El hierro que presidía la plaza prolijamente "mal borrado" entre los dos arcos |
Pero todo este estado crepuscular se esfuma al aparecer
Fernando Domecq con su misma afabilidad y cercanía de siempre, como hace más de
10 años cuando un novel Cayetano vino por primera vez a tentar aquí y el
ganadero, quizá el más cotizado de entonces, decidió apostar por él.
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Fernando Domecq y Cayetano en un descanso del tentadero |
Hace un tiempo vendió la ganadería y
el hierro pero se quedó con la finca. Hoy sólo dispone de 40 vacas que le regaló su hermano Borja – Jandilla –
“para no aburrirse”.
Se le ve feliz, relajado, disfrutando
de su nuevo estatus. Al finalizar el tentadero alguien le pregunta: ¿Volverás
con un nuevo proyecto, Fernando? No, eso nunca, responde con una sonrisa
pícara. ¿Le creemos?
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Primavera en febrero sobre la dehesa extremeña |
Mucha nostalgia.- Qué pena que don Fernando lo haya dejado.- Pero la esperanza (lo último que se pierde) la seguiremos teniendo.- Gracias Ramiro.- Un abrazo para Fernando
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