martes, 30 de enero de 2018

Los Santos Inocentes

Alburquerque, 23 de Enero de 2018

Afuera, el ritual de la noche y las estrellas sobre la dehesa extremeña. Dentro, la trasmisión oral, milenaria, de las historias alrededor de un fuego. 


“¿En esta zona se rodó “Los Santos Inocentes”, verdad, Jesús?” Pregunté invitando a conversar.



- “Sí. ¿Recuerdas la escena en la que Paco “El Bajo”, el personaje de Alfredo Landa, se cae del árbol y no puede andar? Pues la carretera y el castillo que se ven cuando lo llevan al hospital pertenecen a Alburquerque. Por allí pasaremos mañana camino del tentadero. “

Me acuerdo nítidamente de ese dramático momento en que Paco desde el suelo casi pide perdón mientras el señorito Iván – Juan Diego -  le recrimina que su accidente le está frustrando el día la caza.

- “Pues así era todavía este lugar cuando compré la finca en el año 88.” 

Jesús es un tipo rudo, campechano, maño hecho así mismo. “Los trabajadores que vivían aquí no tenían luz eléctrica, ni agua corriente. Debían salir de casa a hacer sus necesidades en medio del campo.”  “Manolo, el encargado, cada vez que llamaba a esa puerta, se quitaba la gorra y la apretaba con las dos manos, muy juntas, humildemente rudas, sobre su vientre para hablarme. Sin mirar nunca a los ojos y con la cabeza ligeramente humillada hacia delante. Jamás conseguí que se sentara en este salón a tomar algo conmigo”.



Los últimos troncos de madera de encina se consumen en la chimenea. Afuera, una noche estrellada, tímidamente fría para ser Enero. “Mandé instalarles luz eléctrica y agua corriente. Vinieron los terratenientes vecinos a recriminar mi acto de “progreso”. Ellos lo consideraban, sin decirlo, una amenaza a su status quo. Algo que los dejaba en evidencia.“

“Hacía muy pocos años que se había filmado la película cuando llegamos y, en el pueblo, todavía vivía un señor mayor que contaba anécdotas del rodaje y de su amistad con Paco Rabal; quien se instaló, unos meses antes del inicio, en una casa cercana a Alburquerque para imbuirse en el Azarías, su personaje.” 

La medianoche se acerca y ya nadie se levanta a avivar la candela. El ritual ancestral de la transmisión oral, anterior a la escritura, va llegando a su fin.

""La chaqueta de pana que lucía el Azarías era mía. Se la dejé yo a Paco. Todavía estoy esperando que me la devuelva.", solía comentar el lugareño entre risas, me dice Jesús."



Hora de ir a dormir. Mañana continuamos con la preparación.