Llegó
sin estridencias y se puso dar vueltas al ruedo, como en un ritual inciático,
con parte de su cuadrilla sin llamar excesivamente la atención entre los
alumnos de la escuela que entrenaban sobre la arena.
En
un momento determinado, cogió el capote y trató de mimetizarse, como uno más,
entre aquel bullicio de toreo de salón.
Cayetano toreando de salón en Las Ventas. Imagen: Ramiro Curá |
Entonces,
uno de los chicos se detuvo y lo observó. Y luego otro y otro y un silencio de
Maestranza sevillana se fue apoderando de Las Ventas. Y el politeísmo de muletas que hasta hace unos segundos
rozaban el albero del círculo se fundió en un solo dios. Y la voz citando a
aquel toro imaginario retumbó con gravedad de desierto hasta en la última
andanada de la plaza mientras aquel torero que venía de cortar una oreja en
Sevilla seguía danzando con su banderillero en una coreografía de raíces
rondeñas con fondo de alumnos en mannequin challenge asombrado.
Imagen: Ramiro Curá |