Zaragoza, 12 de Octubre de
2016
La noche
anterior me pidió que buscara alguna farmacia de guardia y que comprara algo
que le aliviara los síntomas gripales. La voz se le notaba muy tomada. Al filo
de la madrugada lo dejé en su habitación preocupado y bastante decaído para que
tratara de descansar.
Sobre el
mediodía siguiente me llamó estando yo en el sorteo. Había dormido bastante
bien pero los síntomas no remitían, algo evidente al escucharlo. Necesitábamos
una batería de medicamentos que consiguieran que, en 5 horas, estuviera en
condiciones de salir a la plaza.
Llamé a un amigo
común explicándole las circunstancias y me dirigí a una farmacia. Uno de los 4
medicamentos que debía conseguir era inyectable. Conozco su pavor por las
agujas así que le advertí para su consentimiento. Contra todo pronóstico me dio
su ok sin vacilar. Localicé a un practicante que se comprometió a estar en
media hora en el hotel. Subí a su habitación para ir ganando tiempo con la otra
medicación (3 fármacos) y, mientras, fui montando la capilla y la silla con el
vestido de esa tarde.
Foto del Instagram de Cayetano desde su cama esa mañana |
Su cara de
preocupación era evidente así que, para distraerlo en la medida de lo posible,
comencé a hablarle de cosas más o menos intrascendentes mientras él permanecía
en la cama como cualquier enfermo.
Entonces recordé
la portada de ABC que había compartido en sus redes Rosario Pérez esa mañana.
En ella, una foto del festival en Valencia por Adrián – el niño malito de
cáncer – en que se mencionaba un tuit de Cayetano en referencia a quienes
habían deseado su muerte. “¡Cobardes! Clama Cayetano contra los autores de los perversos tuits”.
Se lo mencioné y
me pidió verla. Lo hice a través de mi teléfono. En ese momento, su gesto de
enfermo tornó irritación, cabreo,
indignación. Estuvo unos minutos olvidado de su estado comentando la actitud de
ciertos antitaurinos con poca sensibilidad. Luego llegó el practicante y
cambiamos de tema.
No podría
asegurarlo porque él suele ser muy reservado para estas cosas, pero tengo la
convicción de que en ese momento se comenzó a fraguar uno de los brindis más
sentidos, comprometidos y vibrantes que se hayan escuchado nunca por
televisión.
Por la tarde, ya
en la plaza, en un instante de la faena de Ponce a su primero, dirigió la vista
atrás y le pidió a David Casas que se acercara y, mientras le comentaba algo,
señaló un lugar alejado del burladero de matadores al hilo de las tablas. David
asintió y volvió a su puesto.
Antes de salir
su toro, le eché agua en las manos, le di de beber en un vaso de cristal, le entregué su montera y lo
que hizo luego ese torero mermado de salud pero con toda la actitud y
motivación del mundo, ya es historia…
Cayetano en Zaragoza |